Un tono seco, un seguimiento audaz y sólo un par de situaciones cotidianas sirven para retratar una historia de amor, contaminada de desencuentros y decadencia. Las vidas de Fernando Bonfante y Justina Gancedo tienen en Llavalloll la representación más precisa y merecida que podían tener en el cine argentino. El pasado y el presente interactúan como lo hace la pareja protagónica, de manera violenta, y sin lograr modificarse uno al otro, pero con toda la energía de la que son capaces sólo los seres humanos.